Ceremonia del We Tripantu une al INDH y comunidades mapuche en Curicó en un potente llamado a la diversidad cultural

Con el primer solsticio del invierno austral, la tierra da inicio a un nuevo ciclo. Ese renacer fue celebrado en Curicó con la conmemoración del We Tripantu, el Año Nuevo del pueblo mapuche, donde se entrelazaron espiritualidad, tradición y una clara señal política: el reconocimiento institucional y ciudadano de las culturas originarias.

En este emotivo y simbólico acto participaron agrupaciones indígenas locales, autoridades comunales y regionales, y de manera destacada, la sede regional del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) del Maule, organismo que tomó parte activa en la jornada reafirmando su compromiso con los derechos y la visibilidad de los pueblos originarios.

Una ceremonia con profundo sentido espiritual

El We Tripantu comenzó al alba con una rogativa mapuche, una ceremonia ancestral que conecta a las personas con la Ñuke Mapu (Madre Tierra). En este rito, los asistentes agradecieron por los frutos del ciclo anterior y entregaron ofrendas simbólicas, representando la reciprocidad entre los seres humanos y el mundo natural. Es una práctica que no solo honra la espiritualidad mapuche, sino que transmite un mensaje claro: el respeto por el entorno natural no es optativo, es esencial.

Bandera al viento, respeto a la diversidad

Uno de los momentos más significativos fue el izamiento de la bandera mapuche y de los pueblos originarios frente a la Municipalidad de Curicó, acto solemne que fue acompañado por el diputado Jorge Guzmán, el alcalde George Bordachar, concejales y representantes de diversas instituciones públicas. Este gesto simbólico se transforma cada año en una señal concreta de apertura y respeto hacia la diversidad cultural, en una ciudad que también busca avanzar hacia el reconocimiento pleno de las identidades indígenas.

La participación del INDH en la ceremonia no fue meramente protocolar. Desde su fundación, el organismo ha trabajado por la promoción, protección y difusión de los derechos de los pueblos indígenas, reconociendo que estos no solo enfrentan desafíos históricos en materia de discriminación y despojo, sino que también aportan una riqueza cultural ineludible para el tejido social chileno. El respeto a las culturas originarias es parte de la democracia.

El We Tripantu como legado

Esta celebración no es solo un acto cultural. Es, sobre todo, un espacio de reafirmación identitaria y de transmisión generacional. Es el momento donde la palabra, la música, la danza y la memoria se entrelazan para que niñas, niños y jóvenes comprendan la historia viva de sus pueblos. En tiempos donde la globalización amenaza con homogeneizar las culturas, el We Tripantu se alza como un grito de identidad.

Desde Curicó, la ceremonia vivida en comunidad fue una verdadera lección de respeto mutuo, diálogo intercultural y compromiso con un futuro donde la inclusión no sea solo una consigna, sino una realidad cotidiana.

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