Política
Columna de Alamiro Garrido, consejero regional: “El país que perdimos mientras miraban hacia otro lado”

Chile cambió.
Y no para bien. Cambió por abandono, por desidia, por falta de coraje. Nos quitaron el rumbo, la confianza, la tranquilidad. Mientras algunos se enredaban en ideologías, la mayoría silenciosa la que trabaja, educa, cuida y produce quedó sola, desprotegida.
Antes, los crímenes impactaban. Hoy, apenas sorprenden.
En Linares, un portonazo a un adulto mayor. En Villa Alegre, un joven descuartizado. En San Javier, una madre asaltada frente a su hijo. En Talca, colectiveros extorsionados. En Parral, comerciantes pagando por no ser quemados. Esto ya no es un país con delitos. Es un país secuestrado por ellos.
Mientras miraban hacia otro lado, el crimen organizado se adueñó de barrios y campos. Las noches se anuncian con fuegos artificiales narcos. Niños armados. Amenazas. Impunidad. Y el Estado, más preocupado de no incomodar minorías ideológicas que de proteger al ciudadano común. Se gobierna para todos, no para sectores. Pero aquí se ha gobernado como si las minorías dirigieran el país, imponiendo sus agendas. Se defiende con vehemencia los derechos humanos de los criminales, pero ¿quién defiende a las víctimas?
¿Quién alza la voz por una madre que ve morir a su hijo carabinero? ¿Quién siente el dolor de un padre que recibe a su hija víctima de una violación? ¿Quién responde por esos niños que ya no llegan a casa? El Estado guarda silencio. Y en ese silencio, se pierde la justicia, se pierde el país.
Pero la impunidad no solo anda armada. También viste corbata y se esconde detrás de ONG. Casos como Democracia Viva, ProCultura, la Fundación En Ti que golpeó duramente al Maule y al Biobío son ejemplos visibles de un sistema paralelo de corrupción institucionalizada. Fondos públicos, destinados al desarrollo de regiones, terminan en cuentas de operadores políticos disfrazados de gestores sociales.
Y si todo esto no bastara, hemos perdido el norte económico.
Chile fue admirado por su crecimiento, por su empuje, por su desarrollo. Hoy, ese país admirado parece un recuerdo. No se trataba de enfrentar una catástrofe heredada, sino de asumir desde el primer día con responsabilidad, equilibrio y visión. No fue así. Se improvisó. Se priorizó lo ideológico por sobre lo técnico. Y ahora, cuando la falta de conducción pasa la cuenta, comienzan los manotazos de ahogado.
El desorden es tal que se entregan presupuestos mal hechos una y otra vez. Se anuncian recortes, ajustes, frenazos. El Estado da manotazos al boleo, como en el caso de Corfo y tantas otras instituciones, afectando profundamente a los gobiernos regionales y dañando la inversión, el empleo y el desarrollo. Esto no debió llegar a este punto. La conducción debió ser firme desde el inicio. No se hizo.
Y cuando se pide orden, aparecen los complejos. Estigmatizan a las Fuerzas Armadas, como si cada intervención fuese una amenaza. Eso es injusto. Eso es ignorante. Lo que pasó en el pasado debe analizarse y aprenderse, sí. Pero no podemos seguir castigando a nuevas generaciones de militares que hoy protegen nuestras fronteras y nuestras calles, con compromiso y con valor. Necesitamos autoridad. Necesitamos soberanía. Y eso también se defiende en La Pintana, en Longaví, en San Clemente, en todo rincón donde el Estado retrocedió.
Chile necesita firmeza. Chile necesita dirección. Chile necesita autoridad.
No hay más espacio para ambigüedades ni excusas.
Se necesita ley, cárcel efectiva, fin de beneficios a reincidentes, protección real para la víctima, y un apoyo sin titubeos a nuestras policías y fuerzas armadas.
Desde mi rol como Consejero Regional del Maule, no guardaré silencio.
Mi compromiso es con la gente honesta. Con el Maule productivo. Con Chile trabajador. Con quienes aún creen que este país puede levantarse.
Pero para levantarnos, tenemos que enfrentar la verdad, con decisión y sin ideologías que nublen el sentido común.
Ya nos robaron la tranquilidad. No permitamos que también nos roben el futuro.
Columna de Alamiro Garrido, consejero regional